inicio 2011

Nuevo Espacio Psicodrama Grupal les da la
bienvenida a su nueva sede Zona Sur


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FORMACION EN PSICODRAMA

“Nadie sabe como puede ser afectado un cuerpo en la medida en que se deje afectar”

Tato Pavlovsky

Nuestra concepción es la del psicodrama grupal de la multiplicidad. Si bien tiene un sustento psicoanalítico, no es el encuadre del psicodrama psicoanalítico grupal, donde lo que predomina es la devolución verbal interpretativa del coordinador hacia el grupo. Lo que nos interesa es la multiplicidad de resonancias grupales respecto de un relato o de una escena individual. La mutiplicidad de sentidos que aporta el grupo como dispositivo de diversidad opera como trasformador de la visión individual de nuestra historia personal. Esta es la mejor devolución del grupo al protagonista, y lo transformador es la capacidad de resonancia grupal.

Las clases son vivenciales, con el aporte bibliográfico especifico de cada nivel, el cual se ira trabajando durante los encuentros.

A fin de año cada alumno deberá realizar un trabajo de articulación de la experiencia con lo aprendido conceptualmente. El mismo tendrá una devolución grupal, y se podrá corregir o ampliar en caso necesario, pero sí es requisito para ingresar al nivel siguiente.

Ante inconvenientes de salud, viajes, ausencias o feriados, los alumnos deben recuperar la clase dentro de los horarios disponibles.

El aprendizaje vivencial apunta a desarrollar la conexión con el juego.

El juego, como la dramatización, supone implicar al cuerpo en el relato, lo cual permite otras conexiones con la emoción que las expresiones específicamente verbales.

Privilegiamos la importancia del espacio escénico como composición de cuerpos e intensidades, mas que el discurso verbal. El eje de la dirección es compositivo, expresivo, más que interpretativo, y siempre abierto al recurso de la multiplicidad grupal.

La formación en psicodrama grupal es una propuesta de expresión, exploración y desarrollo de la creatividad personal en un contexto grupal, con el fin de promover agentes de cambio en los diferentes espacios clínicos, institucionales, educativos y sociales.

¡BIENVENIDOS!





miércoles, 24 de junio de 2015

Psicodrama de la vida cotidiana*

                Aquí comienza un espacio nuevo, distinto. Una posibilidad de pensar (nos) desde una perspectiva diferente, en donde lo cotidiano pueda verse atravesado por “lo dramático”. Una forma lúdica, creativa –al menos esa es la intención- de enfrentar situaciones, momentos, escenas del día a día. Como si pudiésemos reflexionar sobre cuestiones comunes a todos, desde un ángulo novedoso, incluyendo al cuerpo, el espacio, “lo dramático”.
                Señoras y señores, bienvenidos al este nuevo espacio: “Escenas de la vida cotidiana”. Y el hablar de escenas no es algo inocente. No se trata de examinar fragmentos de películas, mucho menos de indagar en alguna cuestión privada de algún famoso de la farándula. La intención es poder usar el Psicodrama, como un modo de ver la realidad. Para ello, en primer lugar, vale aclarar de qué se trata el Psicodrama. Veamos…
                Entre las décadas del 30 y del 40 del siglo pasado, un médico y director teatral llamado Jacob L. Moreno, concibió un modo de tratar a sus pacientes diferentes a los concebidos hasta el momento: bajo la premisa de “no me cuente lo que le sucede, muéstremelo”, invitaba a sus pacientes a “representar” sus conflictos, dificultades y cuestiones penosas. Es decir que, en vez de hablar de sus problemas, los “actuaban”. Esto generó una revolución en el campo de las psicoterapias ya que implicaba dos grandes cambios: por un lado, pasar de un tratamiento individual a otro, grupal; por el otro, pasar de la palabra a la acción. Con el correr de los años, el Psicodrama fue desarrollándose en diversos espacios y modalidades, enriqueciendo no solo el quehacer clínico, sino también lo educativo, lo social, lo comunitario… Las premisas básicas son: poder pensar “en escenas”, es decir, invitar a los participantes a pasar del plano verbal, al dramático, pudiendo desplegar en un espacio delimitado –escenario- sus propias escenas, para poder entenderlas, reflexionando al respecto en un contexto grupal. Moreno, decía que existen cinco pilares esenciales en todo Psicodrama, a saber:
-          Protagonista: es quien ofrece su escena para dramatizar
-          Yo auxiliar: quien(es) participa(n) de la escena, tomando algún otro rol (ej. Madre, padre)
-          Director: es quien dirige, coordina la escena, interviniendo al momento de considerarlo.
-          Espacio dramático: es el espacio en donde se realiza la puesta en escena
-          Público: el resto de los participantes, quienes observan la dramatización
Ahora bien, ¿cómo introducir el Psicodrama, y  sus respectivos pilares, en un plano discursivo como es el presente escrito?               
                La propuesta es pensar el Psicodrama, mejor dicho desde el Psicodrama, escenas de la vida cotidiana, situaciones comunes, aparentemente banales,  para poder mirarlas, desde una perspectiva grupal –en este caso, yo escribiendo, ustedes leyendo. El desafío será el de indagar en sucesos en apariencia triviales, sin la exigencia de generar teoría, sino un modo singular de producir texto, enhebrando experiencias, situaciones, “escenas” de la vida cotidiana, con los modos de intervención, técnicas y conceptos provenientes del Psicodrama. Esa es la propuesta…
                Un joven de unos 30 años (protagonista), en su casa (espacio dramático), un día de semana por la noche. Desde hace algunas semanas está conociendo a una chica de su edad (yo auxiliar), a quien invitó a cenar, esa misma noche, a su casa. Suena el timbre, la chica se presenta a la hora acordada. Él sale, dispuesto a mostrar su mejor versión. Pero…
                Cuando intenta realizar el cotidiano acto de abrir el portón de su casa, la llave no gira más que media vuelta. Vuelve a intentar. Nada. Intenta nuevamente. Tampoco. Con menos astucia que nervios, resiste a mostrarse incapaz de resolver el problema: una llave que no gira, un portón que no abre, un encuentro que no se termina de realizar. Se siente incómodo, algo avergonzado. Él de un lado, ella del otro. Llamativamente, y lejos de lo que él supone, ella se muestra tranquila, como si las rejas que los separara no fueran más que eso: una serie de barrotes que en algún momento cederán a las ganas de ambos. “No me dás un besito entre las rejas?”, invita ella, desafiando la limitante de hierro que los distancia. Sin embargo, él siente que la resolución de dicho entuerto depende sólo de él: acude a su módica y precaria caja de herramientas. Con una habilidad menos real que impuesta, recurre a diversos artilugios, lo que da como único resultado la rotura de la llave, producto de exceso de fuerza y falta de ingenio. El panorama es cada vez peor: sus nervios van in crescendo. Ella, como si estuviese en la plaza más agradable del barrio, sede al cansancio y se sienta en la vereda. Luego de otros tantos intentos infructuosos, él decide hacer lo que nunca hubiese querido: pide ayuda; llama a un cerrajero.

Despliegue de la escena.
                A grandes rasgos, bastaría con ubicar al protagonista, a la chica y, por qué no, la reja. Tres roles, tres lugares que producen tensiones, que se ubican a distancias paradójicas: cercanos pero inalcanzables.
                Un primer momento para intervenir: el sonar del timbre que invita al joven a salir al encuentro de ella. Si les preguntáramos que sienten en ese momento? El: ansiedad, alegría. Ella: expectante, algo de incomodidad.
                Se sigue rodando la escena. Él llega al portón, introduce la llave en la cerradura; no abre. Cambio de afectaciones. Él comienza sentir impotencia, nervios, y algo de bronca; ella paradójicamente se siente más tranquila.
                Una inversión de estos roles puede dar luz a diversas perspectivas y construir nuevos sentidos. Él (en el rol de ella) encuentra una extraña serenidad. Ella (en el rol de él) puede percibir con mayor claridad el peso del anfitrión trunco.
                Retomando los roles originales, se abre paso (y no sin cierta paradoja) a indagar a la reja en tanto rol, espacio “entre” él y ella que genera una distancia distinta a la medible. “En las dramatizaciones, incorporamos la noción de "entre". Las voces que rodean la escena. Los movimientos, ritmos, sonidos e imágenes del modo como la escena "afecta" al grupo. Lo que recorre el contorno de la escena. Los bordes de lo plegado. (…) Todo aquello que pasa “entre” los miembros” (Kesselman-Pavlovsky).
                Por lo tanto, concebir un nuevo espacio, una otra voz permite dar lugar a nuevos textos, sin rostro, sin ser él ni ella, sino la máquina que entre ellos se compone: explorando ese espacio, surgen nuevos afectos: sensación de intromisión, de obstrucción, de aquello que separa y al mismo tiempo sostiene –y potencia- el deseo… Sonidos tensos, cuerpos comprimidos, máquina del desencuentro.

                Y así, casi sin darnos cuenta, vamos dando por finalizado este primer Psicodrama de la Vida Cotidiana; entendiendo que por “final” no queremos decir “cierre”, sino todo lo contrario: apertura de sentidos, multiplicación de perspectivas y afectos, que nutren, enriquecen, amplían nuestra singular manera de ver las cosas… por más cotidianas que parezcan.

Lic. Pablo Ruocco

*Texto publicado en la Revista Mente Libre N° 17, 2015